Todos tendemos a pensar que los protagonistas de un festival son los grupos y los artistas que se suben al escenario pero cuando observamos con detenimiento a los que están frente a ellos –a ese público que jalea y aplaude desde las gradas, el que baila al ritmo de la música o se pasea por el recinto–, nos damos cuenta del verdadero valor de la masa y también de que son los espectadores los que, en un muy alto grado, confieren su personalidad a un evento.
No tiene nada que ver un aficionado al reggae que se acerque al Rototom Sunsplash de Benicàssim, con un apasionado del espíritu mod de los 60 que asiste al Euroyeyé de Gijón o un metalero que visita el Resurrection Fest de Viveiro en Lugo y si, por caprichos del destino, pudiésemos secuestrar a los tres y soltarlos en el festival incorrecto cantarían más que un girasol en medio de un campo de amapolas.
Generalmente es la música o el género musical que predomina en un festival quien impone las reglas de estilo. Por ejemplo, Primavera Sound es el punto de referencia de los hipsters –el propio festival bromeó con ello en su divertida campaña promocional del 2013 que mostraba a un grupo de jóvenes ‘adictos’ en un reunión de Hipsters Anónimos donde se les instaba como terapia a quemar ejemplares de la revista Vice, sus modernas gafas de pasta o bicicletas–. La realidad no estaba muy lejos de la ficción (o viceversa) y siempre es sano reírse de uno mismo.
Sónar es el lugar ideal para los modernos, para perder la vergüenza y transgredir sin llamar especialmente la atención porque todo vale entre sus eclécticos visitantes, desde unas gafas flúor a un pelo teñido de gris plata. Resurrection sería el festival del predominio del negro, los tatuajes, los piercings, las chupas moteras, los pelos largos y las camisetas de grupos metaleros, hardcore y punk por doquier.
Mientras que Rototom destacaría por el colorido en la vestimenta, la tendencia hippie y, sin lugar a dudas, donde encontraremos el mayor porcentaje de rastas y trenzas de colores por metro cuadrado de España.
Euroyeyé, el decano de los festivales underground de Asturias, sería el espacio ideal para un viaje en el tiempo, allí los aficionados a la cultura mod campan a sus anchas en un espacio repleto de scooters, maquillajes con mucho eyerliner, gafas de pasta exageradas, parkas, botas Chelsea, minifaldas y cortes de pelo Bob. Por su parte, Mulafest es el punto de encuentro de la cultura urbana y la ropa cómoda: las gorras con visera, las deportivas, los pantalones anchos y las camisetas de tirantes.
Fuente: 20minutos.es
